A pesar del glamour y la fama de la modelo internacional, Jennifer Strickland se había perdido en un mar de trastornos alimenticios y depresión.
Desfiles de moda y modelos de maniquíes iniciaron a Jennifer en el mundo de la moda a la edad de ocho años, seguido por año lleno de audiciones, comerciales de televisión y sesiones fotográftcas.
Mientras estudiaba para obtener un título en periodismo, realizó una gira por Europa y Australia y apareciendo en anuncios de televisión nacional y en las páginas de revistas tales como Glamour, Cosmopolitan y Vogue.
Nina Blanchard llamó a Jennifer “el rostro de los años 90”, ya que ella representaba todo desde O’lay, Elizabeth Arden, Mercedes Benz, Converse, Cherry Coke, Fanta Naranja, restaurantes Taco Bell, e incluso llegó a modelar las joyas de la corona real en Australia.
“Orgullosos por el éxito de su hija, mis padres compraban todas las revistas de los kioscos de periódicos internacionales y enmarcaban las fotos en un gran collage en en las paredes de la casa”, recuerda Jennifer.
“Sin ellos saberlo, varias veces me encontré en situaciones peligrosas en el extranjero, inclusive teniendo que defenderme físicamente de los clientes, los fotógrafos y la gente en la calle”, dice.
“Tuve que lidiar constantemente con la crítica y el rechazo por mis imperfecciones y mi vida comenzó a girar fuera de control.”
Después de la universidad, se mudó a Italia y ftrmó con dos de las agencias de modelos más influyentes en el mundo, FORD Nueva York y Fashion Milán, y comenzó a modelar los trabajos de Giorgio Armani.
“En el pináculo de mi carrera, el lugar desde el cual parecía que no había límites a lo que podría lograr, me encontré sorprendentemente insatisfecha”.
“Al ver cómo la superftcialidad y la obsesión del mundo de la moda destruía la imagen de tantas mujeres jóvenes, e incluso dejaba a aquellas que habían logrado cierto éxito sin un propósito claro, comencé a tener una sensación de que tenía que haber algo más en la vida que esto. “
Jennifer comenzó a sentir una pérdida de su verdadera identidad ya que viajaba de un lugar a otro, poniéndose cada día una “cara” diferente.
“Empecé a preguntarme quién era realmente la mujer que veía en el espejo y cuál era su valor en el mundo,” dice Jennifer.
”El uso de drogas para calmar la soledad, el hambre al que me sometía antes de una sesión, estar a miles de kilómetros de casa, empezó a crecer como una bola de nieve y el tren que me llevaba a la fama se descarriló en un doloroso accidente que parecía arrebatar todos los sueños de mi joven corazón con su paso. “
Los círculos oscuros bajo los ojos, el acné quístico y el marco de anorexia comenzaron a preocupar a la madre de Jennifer en su visita durante las vacaciones. Hasta ese momento había sido muy buena en ocultar su tristeza con tal de hacer que su familia se sintiera orgullosa de ella.
“Yo quería que ellos creyeran que la ilusión de que lo que veían en las revistas era real.
“Si me veía feliz, estaba feliz, y si me veía en paz, estaba en paz, pero la verdad no era lo que se veía en la pasarela. Me hice muy buena en usar una máscara”.
Cuando regresó de las vacaciones, Armani se dio cuenta de que yo había aumentado dos kilos y me despidió de inmediato de sus espectáculos. Su carrera comenzó a ir cuesta abajo, de tal modo que tocó fondo y comenzó a clamar a Dios y contemplar el suicidio.
Ella sabía que sus clamores fueron escuchados, porque un día se encontró con un hombre repartiendo Biblias en los jardines cerveceros de Munich.
“Me habló de Jesucristo, que me amó lo suftciente como para morir por mí, y que resucitó, demostrando Su poder sobre la muerte – y el poder sobre la oscuridad que había consumido mis días.
“Este hombre y sus amigos me llevaron a la iglesia, me consiguieron una Biblia en Inglés, y Dios, literalmente, lo usó para salvar mi vida.”
Jennifer recuerda estar sentada con la Biblia en mano y leer un pasaje que hablaba del camino ancho y el camino angosto.
“Parece como si el camino estrecho era difícil y pocos lo encuentran, pero que conduce a la vida y luego está el camino ancho y todo el mundo lo encuentra, pero que lleva a la perdición.
”Recuerdo que sabía que yo estaba en el camino ancho, pero realmente no sabía cómo salir del camino ancho porque era el único camino que conocía.”
Antes de irse de Alemania decidió escalar la montaña más alta de Munich y mientras caminaba por los senderos a lo largo del pie de la montaña, vio cruces clavadas en los árboles en cada curva.
“Recuerdo acostarme en la nieve y decirle a Dios, ‘Ahora creo; yo creo en ti, sé que tú me ves’”.
“Me sentía como que nadie me veía, sólo veían el exterior, sólo veían las fotos pero nadie me veía a mí. Pero Dios sí me veía y yo sabía que Él me conocía.”
Mientras leía la Biblia, la paz y la libertad vino a partir de la comprensión del verdadero signiftcado del amor y la seguridad que viene por ser un hijo de Dios.
“Desde la soledad de mi departamento frío y vacío hasta la cima de las montañas nevadas de Alemania, todo fue usado por Dios para llevarme al descubrimiento de un Salvador que me podía dar una nueva vida y el amor que tanto anhelaba. Experimenté el milagro de ser buscada y rescatada por el creador del universo.”
Desde que dejó la industria y conftó en Jesús para el perdón de sus pecados, Jennifer dice que su vida ha sido transformada desde adentro hacia afuera.
“La fe me ha cambiado. Me ha dado los deseos de mi corazón y una roca ftrme sobre la cual apoyarme. Me ha dado la libertad de mi pecado y la libertad para ser quien soy.”, dice Jennifer. “Cuando ftnalmente vemos quién somos a los ojos de Dios, comenzamos a vivir la vida hermosa que siempre hemos querido tener.”
Pero Dios sí me veía y yo sabía que Él me conocía. Mientras leía la Biblia, la paz y la libertad vino a partir de la comprensión del verdadero significado del amor y la seguridad que viene por ser un hijo de Dios.
FUENTE: Periódico El Desafío (http://challengenews.org/us-