Durante su batalla de diez años con anorexia Heidi sabía que sus propias fuerzas no eran suficientes.
Después de treinta ingresos al hospital, algunas con una duración de hasta 7 meses, dos veces obligada a tener un tubo naso-gástrico, Heidi Wright finalmente perdió su afecto por la anorexia que se había convertido “como un mejor amigo”.
“A pesar de que odiaba cada minuto de vida con la enfermedad y el tormento al que me exponía, también existía un tremendo miedo a dejar”, explica Heidi.
La batalla de Heidi con la anorexia se inició a los 16 años de edad. Una vez cayendo a tan sólo 29kg, rara vez su peso era mayor a los 35 kg, inclusive con vitaminas y sueros en el hospital.
Agregado a esta lucha con la anorexia, Heidi también luchó con trastorno obsesivo compulsivo, depresión y ansiedad, dificultando en gran medida su tratamiento.
“A menudo he luchado con las cuatro enfermedades a la vez. Fue horrible, no puedo describir con palabras el trauma por el que pasé y la desesperación que sentía.”
Incluso en el hospital, ella hacía grandes esfuerzos para evitar una comida o engañar a la enfermera para que pensara que ya había comido.
“Mi O.C.D. significaba que también desafiaba todos los límites para asegurarse de que mi “rutina” fuese completada. No era una persona agradable si alguien intentaba ponerse en el camino.
“Todo esto era impulsado por el temor y odiaba en lo que me había convertido, pero no lograba revertir la situación.”
Cuando ella tenía 24 años, con todas las vías de tratamiento agotadas, Heidi se trasladó a Melbourne, Australia para estudiar.
“Yo estaba asustada y aunque en los hospitales nunca me pudieron ayudar emocionalmente, por lo menos me mantenían con vida.
“De alguna manera, mi temor me llevó a empezar a asistir a una iglesia a la que me sentí atraída.
“Empecé a escuchar la Palabra de Dios a través de los sermones y también comencé a leer la Biblia en casa. ¡Nunca había sabido del gran alcance y relevancia que las Escrituras podían tener sobre mi vida! Realmente sentía que Dios me hablaba y yo deseaba más.
“Seguía luchando con la anorexia, pero un pequeño fuego había comenzado a arder en mi corazón.”
Heidi asistió a una conferencia de jóvenes cristianos, y el mensaje dado impactó su vida en gran medida.
“Sentí un impulso de parte de Dios para pedirle a Jesús que venga a vivir en mi corazón. Pedí perdón por mis pecados y reconocí que Jesús murió en la cruz por mí.”
“Una noche, me encontré con un versículo en la Biblia, 1 Corintios 6, versículo 19, que me golpeó como una tonelada de ladrillos.
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Corintios 6, versículo 19).
“Yo sabía que Dios se estaba refiriendo a la anorexia y que yo la estaba poniendo antes que él. Pero, ¿cómo podía cambiar? Ya había intentado tantas veces en mis propias fuerzas, pero, por supuesto, mi fuerza por sí sola nunca era suficiente.”
Heidi sabía que Dios estaba dirigiendo sus pasos para ser bautizada, para demostrar públicamente su compromiso con el Señor Jesucristo, y afirmar su fe en el Dios que la había hecho una nueva persona.
Lucas y Heide con Ariel, Nathaniel y Josías
“Después de esto, mi fe se hizo aún más fuerte y Dios me hablaba más y más por medio de la Biblia. Mi pastor David, un hombre muy amable, me guió a través de mi proceso de recuperación. Se convirtió en mi “padre espiritual” y yo siempre estaré agradecido por su paciencia, tiempo, ayuda y amor.”
Además de superar la anorexia, Heidi también soñaba con casarse y tener hijos.
“Siempre tuvo mucho miedo de que nadie me brindaría amor y los médicos también dijeron que probablemente nunca podría tener hijos.
“Mi versículo favorito de la Biblia es “Deléitate en el Señor y Èl te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmo 37:4).
A la medida que Heidi comenzó a subir de peso, su depresión comenzó a profundizarse.
“Yo era incapaz de hacer frente a mi nuevo cuerpo”, recuerda.
“Me sentí asquerosa y sin valor. Así que clamaba a Dios todo el tiempo e incluso me enojaba con él a veces, pero él seguía siendo paciente conmigo. El progreso era lento, pero sólo posible porque dependía de su fuerza.”
Según Heidi, una manera en que Dios la libertó fue a través de la poesía.
“Dios me dio un don de la poesía y él usó mis poemas para ayudarme a entender que soy su hija, su princesa y me ama sin condiciones, aun cuando tengo un poco de mal humor.
“En Efesios capítulo 1 Dios dice que me ha sellado con el Espíritu Santo, quien vive en mí, para orientarme e impulsarme a lo que debo hacer. Puedo ir a Èl en busca de amor y seguridad todas las veces que lo necesito.”
Heidi está felizmente casada con Lucas, un mecánico, y viven juntos con sus tres hijos en Perth, Australia.
“Oh, Dios es fiel”, concluye Heidi.