Encarcelado por homicidio tras conducir alcoholizado, Santiago obtuvo fuerza para vivir de manera diferente.
Las consecuencias terribles de una recaída y falta de juicio ocasionaron un derrumbe en la vida del joven Santiago Caldemeyer mientras yacía semiinconsciente a la orilla de la carretera. El guía de pesca profesional y pescador dice que su pesadilla comenzó cuando un duro día de trabajo le llevó a sucumbir a su adicción al alcohol y conducir hacia su casa con unas copas de más. El resultado de esa recaída fue una pena de prisión de siete años por conducir alcoholizado, en el que mató al conductor del vehículo que venía por el carril contrario cuando el carro de Santiago se cruzó la línea central de la carretera.
“La culpa, el dolor y la angustia que cayeron sobre mis hombros era abrumadora,” recuerda Santiago. “Nunca había sentido nada igual en mi vida y yo sabía lo que realmente había hecho. Sabía que había llegado al punto de estar fuera de control, y que ahora no podía hacer nada para arreglarlo”. Liberado del hospital bajo custodia judicial, Santiago recuerda haber tenido pensamientos suicidas y se puso de rodillas, con lágrimas y desesperación, pidiendo ayuda a Dios. “Cuando yo clamé a Dios, Él vino a mí en mi momento de necesidad”, explica. “Creo que para algunas personas Dios llega a través de maneras sutiles y creo que Él es capaz de tocar las vidas de las personas de diferentes maneras. En mi caso, la forma de llamar mi atención fue con un puño de hierro y amor duro”.
Santiago había crecido en una amorosa familia cristiana donde fue instruido acerca del sacrificio que Jesús había hecho en la cruz para traer perdón y vida eterna a los que le buscan, pero en lugar de eso optó por seguir su propio camino y rápidamente se convirtió en un dependiente del alcohol. Poniendo excusas de por qué no quería vivir para Dios, dice, “Dios sabía que tenía que llegar al final de mí mismo antes de que yo abriera los ojos”.
“Era tan cabeza dura que yo no quería aceptarlo (a Cristo como Señor y Salvador) y cuando clamé a Él con una simple declaración de ‘ven a ayudarme Señor. Si me ayudas a salir esta vez me entregaré a ti”. Cuando su estilo de vida egoísta finalmente lo alcanzó, Santiago dice que fue este acto de entregarse a Dios lo que resultó en un cambio de la situación. “A través de todo lo que pasó perdí mi negocio, perdí a mi familia y perdí a mi esposa con la que estaba recién casado”, dice.
“Perdí todo lo que esta vida me había dado y lo me había ganado a base de mi propia fuerza y voluntad, pero fue Jesús quien me dio la libertad de mis pecados y me libró de la vida que estaba viviendo, gracias a Su perdón, Su amor y Su gracia (el amor inmerecido). Si no hubiera sido por su misericordia y gracia en mi vida yo ahora estaría muerto ahora mismo o en alguna cárcel pudriéndome”. Después de renunciar a su pecado y volviéndose hacia Jesús, el resto de la pena de prisión le sirvió a Santiago para fortalecer su relación con Dios y, ahora un hombre libre, contar a otros cómo su vida fue misericordiosamente restaurada.
“El alcohol ya no es ni siquiera una parte de mi vida”, explica. “De hecho, me encontré en una lucha con esta situación poco después de que acepté a Jesucristo. Yo sabía que Cristo era real para mí cuando me enfrenté victorioso a la única cosa que era más fuerte que yo. “Jesús me dio un nuevo poder sobre eso, no era en mis fuerzas que obtuve la victoria. Yo sólo sabía que era Dios y yo sabía que era real. Yo sabía que Él tenía poder sobre el pecado y era evidente en mi vida”. Hoy Santiago está agradecido por una hermosa mujer, por su hija y una profesión agradable como un instructor de pesca en el mundialmente famoso Lago Fork en Texas, EE.UU. Con nuevo propósito también aprovecha cada oportunidad para compartir su historia de recuperación y redención con los demás, siempre que se presenta la oportunidad. ●