Una recuperación completa después de estar inconsciente durante tres semanas y con pocas probabilidades de volver a caminar llevaron a que José reevalúe todo.
Alta tolerancia para el alcohol y uso riesgoso de drogas no fueron ayuda para José Da Silva cuando fue atacado por un joven que acababa de escapar de la prisión, pero sobrevivió milagrosamente porque un oficial de la policía estaba cerca y oyó el ataque.
El 5 de agosto de 1991, después de disfrutar de unos tragos en el bar, un joven con la cabeza rasurada le preguntó a José si no lo llevaba hasta su casa.
“Asumí que él acababa de terminar el servicio militar – No tenía idea de que acababa de salir de la cárcel y tenía la intención de asaltarme”, recuerda José.
A medida que se detuvieron en una intersección, el pasajero comenzó a golpear a José con una vehemencia despiadada.
“Èl me golpeó la cabeza ocho veces con un martillo, causando severo daño cerebral. También me apuñaló en el estómago y luego me dejó en un campo oscuro para que me pudra.”
José no estaba destinado a morir esa noche. Una patrulla de la policía escuchó la conmoción y escogió abandonar la persecución del malhechor para llevar a José al hospital, donde fue llevado por helicóptero a la unidad de trauma.
“Estuve inconsciente por tres semanas y tuve que tener una traqueotomía de emergencia. Creo que ese día fueron las oraciones de mi esposa y mi familia que me mantuvieron vivo. El pronóstico era tan malo que incluso cuando me desperté, los médicos me dijeron que nunca volvería a caminar.”
Después de dos operaciones en su cerebro, José fue enviado a rehabilitación de terapia intensiva. En este momento no podía hacer nada por sí mismo, inclusive tenía que ser bañado por otra persona.
“Después de que fue dado de alta de la clínica de rehabilitación, dos amigos cristianos me invitaron a su reunión en la iglesia el día domingo. A la medida que me estaban instando a ir, tenía una fuerte sensación de que esta sería mi última oportunidad para estar en paz con Dios porque me di cuenta que el alcohol y las drogas me estaban destruyendo la vida “, dice José.
Así que en un día caluroso de verano, José asistió a la iglesia, con la esperanza de hacer las paces con Dios.
“El culto terminó y el pastor invitó a la gente a que pase al frente si querían confiar en Jesús”, dice. “En el momento en que puso sus manos sobre mí él llamó a su esposa que venga a ayudarme. Cuando me pidió que confesara que Jesús es mayor que el Diablo, una voz extraña dentro mío se negaba a hacerlo.
“Me llevaron a otra habitación donde quitaron toda influencia demoníaca sobre mi vida en el nombre de Jesús. Fue entonces cuando tomé la decisión de aceptar a Jesucristo como el Salvador de mi vida y creer que Èl tomó el castigo por mis pecados en la cruz.”
Tiempo atrás José tenía una casa, una esposa y una adicción a las drogas y el alcohol, pero ahora tiene una casa, una esposa y, lo mejor de todo, una relación personal con Jesucristo.
“El 19 de enero de 1992, le di mi vida al Señor Jesucristo. Desde entonces he estado totalmente libre de drogas y alcohol “, concluye José.