El riesgoso estilo de vida de delincuencia, violencia y drogas que Jacobo tanto amaba ya no era emocionante
Desde niño Jacobo Hill había prometido que nunca fumaría, ni tomaría, y mucho menos usaría drogas, pero a los 21 años, su dependencia de sustancias ilícitas era tan poderosa que él sabía que sólo un centro de rehabilitación podría separarlo de ellas.
“Por más que quería salir del ‘juego’, esa vida de pandillas, delincuencia y drogas, también es cierto que me encantaba”, admite Jacobo. “Me encantaba la violencia, la adrenalina y me gustaba drogarme”.
Èl había elegido transitar por este camino a los 12 años de edad.
“Mi padre era mi héroe y yo vi como engañaba a mi mamá y como decidió abandonarnos”, explica. “Pensé que como no tenía valor para él, por lo tanto no tenía ningún valor en absoluto, para nadie.”
Molesto porque una enfermedad en sus rodillas le impidió participar en un programa de hockey, empezó a salir con compañeros de su hermano mayor. Ellos le enseñaron a hacer graffiti, cómo utilizar un cuchillo en peleas con otras pandillas y la «liberación» de fumar marihuana.
Por primera vez desde que sus padres se habían separado, Jacobo se sintió libre. En poco tiempo estaba vendiendo drogas para conseguir su próxima dosis y participaba en peleas callejeras con frecuencia.
“Pensé que tenía todo lo que quería de la vida – todas las drogas que podía utilizar y el respeto de las personas en la calle”, dice.
“Pero, también, habían otros momentos en los que me consumía la desesperación. Todo lo que podía ver en mi horizonte era la adicción de drogas. Yo creía, “Una vez que eres un adicto, siempre serás adicto”.
Sin una salida a la vista, Jacobo comenzó a recordar el Dios que había oído en la iglesia cuando era niño, pero pronto lo desestimó, creyendo que estaba demasiado lejos, y que un Dios de amor hubiera hecho algo al respecto de todas las cosas malas que sucedieron a él y a su familia.
Jacobo tomó un cóctel mortal de drogas y luego se cortó las venas, tanto de la muñeca como el cuello. Cuando su intento de suicidio fracasó, fue admitido en una institución psiquiátrica, pero poco después de su liberación, sufrió una sobredosis de morfina y pasó una semana en coma.
“Fue y sigue siendo muy llamativo pensar que la razón por la que estoy vivo es porque otro adicto a las drogas murió y cuando yo iba por el mismo camino mi amigo tuvo la lucidez de llamar a la ambulancia inmediatamente”, dice.
Jacob y la colina de Mel con el hijo de Caleb
A pesar de que la gente en repetidas ocasiones le decía que “Hay Alguien ahí arriba que te cuida”, Jacobo pensaba dentro suyo: “Si ese alguien existe allá arriba, te aseguro que no le importaría cuidar de alguien como yo.”
A los 19 años, no podía ver el motivo por el cual seguir viviendo.
“Una noche, mientras me ´picaba´ casi me fracturé el cráneo con un peldaño de la escalera. No me molestaba la idea de morirme. Quería morirme, y ya lo había intentado varias veces y también había tratado con sobredosis muchas veces. Ya hacía tiempo que había dejado de mirar antes de cruzar la calle con la esperanza de que un camión me atropellara.”
Poco tiempo después, Jacobo decidió probar la rehabilitación. “Pensé que podía ir a desintoxicarme, que mi dependencia disminuiría un poco, y por lo menos no sería tan cara mi adicción.”
Cuando se le negó el ingreso al centro de rehabilitación, Jacobo tocó fondo.
“En mi angustia, miré hacia arriba y comencé a orar,” recuerda vívidamente. “Pero no vi a ningún Dios. De repente la necesidad de mejorar se tornó importante para mí. A pesar de que todavía no creía que podía cambiar había una extraña urgencia de por lo menos intentarlo. Me comencé a preocupar de que me podría morir antes de que llegara la ayuda que necesitaba. Decidí que ya no quería morir.”
Jacobo fue admitido en un centro de rehabilitación cristiano. Fue un proceso de desintoxicación doloroso y las emociones que había reprimido durante tanto tiempo salieron a la luz.
“La última vez que me había permitido llorar fue cuando tenía 13 años. Yo había tomado la decisión que no iba a permitir que nadie me hiciera daño nunca más — ni mi hermano, ni la pérdida de una mascota, ni mi mamá y mucho menos por mi papá.”
Ahora, a la medida que Jacobo se preparaba para responder a la pregunta, estaría dejando atrás todo lo que sabía hasta ese momento: ¿Quería permitir que Jesucristo se convierta en el Salvador y Señor de su vida? Jesús dijo que todo aquel que cree en Èl “no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3, versículo 16), y “si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, será salvo “(Romanos 10:9-10).
Jacobo recuerda: “Yo era reacio a la idea de dejar de lado el derecho de vivir la vida como yo quería, sin pensar en las consecuencias. Yo sabía que a Jesús eso no le agradaría.
“Al final decidí que no tenía nada que perder. Tomé la decisión de que yo iba a dejar que Jesús sea mi Salvador — y yo iba a vivir de la manera que Èl lo hizo, y de la manera en que Èl nos pide que lo hagamos.”
Esta decisión cambió la vida de Jacobo para siempre. A medida que el Espíritu Santo le dio el poder y el deseo de obedecer a Dios, y comenzó a leer la Biblia y orar al completar su tiempo en el centro Teen Challenge (Desafío Juvenil). Cuando se graduó, se convirtió en un mentor para otros hombres que como él tenía la mentalidad de “una vez que eres un adicto siempre serás un drogadicto”. Desde entonces, Jacobo conoció y se casó con su esposa y juntos respondieron al llamado de Dios para pastorear la iglesia Grace Chapel en Perth, Australia.
“Aprendí a perdonar a mi papá por abandonarnos cuando yo era joven, casi diez años atrás. Al perdonar a mi padre yo fui capaz de dejar de odiarme a mí mismo por ser incapaz e inútil “, declara con entusiasmo.
“Desde que tenía 13 años, lo único que quería era ser pandillero, que nadie se meta conmigo, estar drogado todo el tiempo. Años atrás le había dicho a mi mamá que yo no tenía ninguna otra ambición aparte de esa. Ella me dijo que si apuntaba tan bajo con mis metas, de seguro que iba a lograr mi objetivo.
“Desde entonces he subido mis expectativas, ahora mi meta es ayudar a proteger a los jóvenes de la mentira que si no prueban todo lo que hay allí afuera, se están perdiendo algo, y decirles la verdad-que la verdadera felicidad en la vida sólo se encuentra en una relación personal con Dios, por medio de Jesucristo “, concluye Jacobo.
FUENTE: Periódico El Desafío (http://challengenews.org/Argentina/)